sábado, 30 de agosto de 2008

Las inquietudes de la soledad


Lo que más me gustaba hacer, era acariciarte tus labios con los

dedos.

Era como hallar la respuesta de donde anduve perdido segundos

antes.

Entre torbellinos de lenguas y cascadas de saliva.

Dedos contra dedos en una batalla campal en la palma de nuestras

manos.

Daños colaterales de corazones ardiendo.



¿Por qué quisimos desguazar nuestro amor sin kilómetros ni rodaje?



¿Por qué las bifurcaciones de la vida nos llevaron a distintos destinos

oscuros?



Ahora sólo nos queda el silencio, con miedo a preguntar. Por miedo a

las respuestas o por no tenerlas.



Solamente nos preguntamos por dentro.



Y yo sólo me conformo porque me vuelvas a mirar como antes,

aunque exista el silencio.



Nuestros dedos hablarán de nuevo por nosotros.

No hay comentarios: